Líquido

Araceli Ardón

 

Los científicos afirman, con pruebas en la mano, que el cuerpo humano tiene un gran porcentaje de agua. Por eso la buscamos sin cesar. Los pueblos se erigen a la vera de los ríos, las familias se reúnen a la orilla de esas corrientes impetuosas que demuestran con hechos cómo se debe enfrentar la vida: saltando rocas, acariciando la arena y provocando olas que alteren la superficie.

Los poetas buscan la belleza de los líquidos que nos rodean, los que nos dan vida. El mexicano Alberto Ruy Sánchez publicó “Entre tu luz y el agua” que dice así: “Quiero ser la luz / que te moja más que el agua. / Quiero ser el agua / que te ilumina por adentro. / Quiero ser la luz / que se escurre por tu espalda. / Quiero ser el agua / que te mira con los dedos. / Quiero ser la luz / que obscurece tu cabello. / Quiero ser el agua / que te canta sus silencios. / Quiero ser la luz / que eterniza cada instante. / Quiero ser el agua / que en tu cuerpo fluye quieta. / Quiero ser la luz / y quiero ser el agua / que de pronto emana / alegre / del esplendor / sorpresivo / de tu sexo”.

Además del agua, nuestros labios buscan saciar su sed con vino. Los pueblos más antiguos lograron en tiempos inmemoriales perfeccionar la creación de esta joya transparente que llena la nariz y la boca con aromas deliciosos, que pasan al paladar y el pecho para alegrar el corazón. Jorge Luis Borges describe este proceso en su “Soneto del vino”, del cual comparto las dos primeras estrofas:

“¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa / conjunción de los astros, en qué secreto día / que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa / y singular idea de inventar la alegría? // Con otoños de oro la inventaron. El vino / fluye rojo a lo largo de las generaciones / como el río del tiempo y en el arduo camino / nos prodiga su música, su fuego y sus leones”.

Al final, la transparencia del vino ha surgido del agua que las vides comparten con el subsuelo hecho de tierra, arena y nutrientes en cantidades precisas y medidas con cuidado y afecto. Los viticultores saben conversar con sus plantas, conocen sus necesidades y las sacian. Les dan el agua que requieren, no más.

Nuestro más grande poeta, Octavio Paz, rinde tributo a Venus y a la cosmología de los antiguos mexicanos en su obra “Piedra de sol”, que es un monumento verbal dedicado al agua y a otros elementos. Así comienza (con minúscula inicial): “un sauce de cristal, un chopo de agua, / un alto surtidor que el viento arquea, / un árbol bien plantado mas danzante, / un caminar de río que se curva, / avanza, retrocede, da un rodeo / y llega siempre: / un caminar tranquilo / de estrella o primavera sin premura, / agua que con los párpados cerrados / mana toda la noche profecías, / unánime presencia en oleaje, / ola tras ola hasta cubrirlo todo, / verde soberanía sin ocaso / como el deslumbramiento de las alas / cuando se abren en mitad del cielo”.

Las mujeres tenemos afinidad con el agua, los perfumes y los afeites que aplicamos en todo el cuerpo hasta impregnarlo de la esencia contenida en esos tarros que nos son tan apreciados. Queremos atrapar el espíritu de las rosas o los jazmines que se emplearon para crearlos. Deseamos oler a cardamomo, frambuesa y sándalo, para atraer a la pareja, hasta que se sienta hechizada por esa mezcla de aromas atrapadas en gotas que rociamos en el cuello y la muñeca, justo en el punto en que el pulso late para recordarnos que el corazón no descansa nunca.

Olga Novo, poeta y doctora en Filología Gallega por la Universidad de Santiago de Compostela, escribió el libro “Los líquidos íntimos / ¿qué es esto que siento?”. En uno de sus poemas escribe: “Por la dulzura de un desconocido mi montaña / baja de mi montaña / y drena mi pelvis / mi superficie solar / mi soledad sola // desconocido mi misterio mudo / como la poesía que quema / que arde que rompe que desgarra que amansa que suaviza que apacigua /a las fieras”.

Usted interprete, con sus experiencias sensoriales, lo que la poeta quiso decir en estos versos. Si usted los comprende de una forma hoy y otra mañana, será porque la poesía es líquida como el agua.

 

 

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